En un rincón poco explorado de la historia del motorsport europeo, existe un auto que parece salido de un universo paralelo. Su nombre: Stratopolonez. Una criatura improbable nacida en la Polonia comunista, con una silueta torpe y cuadrada, pero con alma de pura raza.

Stratopolonez
Porque debajo de esa carrocería de FSO Polonez latía el rugido feroz de un Lancia Stratos.
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El improbable nacimiento de un unicornio del Este
Corría 1977 y en Polonia el automovilismo era una pasión restringida por la economía planificada. Sin embargo, el equipo de competición de la Fabryka Samochodów Osobowych (FSO) se las ingenió para dar vida a un proyecto tan improbable como fascinante.

FSO Polonez
Tenían un chasis de Polonez, ese sedán familiar que simbolizaba la industria nacional, pero necesitaban algo más. Algo que rugiera en serio.

Lancia Stratos «donante»
Gracias a los lazos políticos y comerciales con Italia, lograron importar un chasis siniestrado de Lancia Stratos HF, el auto legendario del Grupo 4, campeón del mundo de rally, construido por Bertone y desarrollado por Lancia con motor Dino V6.
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Y entonces ocurrió la alquimia.
Especificaciones técnicas: cuando Italia conoció Polonia
El motor seleccionado fue el célebre Ferrari Dino V6 de 2.4 litros, con configuración a 65 grados, 12 válvulas y una potencia de aproximadamente 280 CV a 8.500 rpm en especificación de competición. Este propulsor estaba acoplado a una caja ZF de 5 marchas, también proveniente del Stratos.
El Stratopolonez pesaba 1.050 kg, bastante más que el Stratos original (unos 950 kg), pero mantenía una distribución de pesos equilibrada gracias al motor en posición central trasera, como en el Lancia.
Para contener esa potencia, se recurrió a suspensión independiente con doble brazo, frenos de disco ventilados en las cuatro ruedas y un sistema eléctrico adaptado del original italiano.

Las hermosas llantas del Statos
Los neumáticos eran slicks de competición y el auto estaba montado sobre llantas Campagnolo de aleación ligera, las misma del Stratos, con una postura ancha y agresiva.
La carrocería, aunque basada en el Polonez, fue completamente rediseñada en fibra de vidrio, con pasos de rueda ensanchados para cubrir los neumáticos traseros de 330mm de ancho, tomas de aire funcionales y un enorme alerón trasero.
Un auto de carreras en una tierra sin carreras
El Stratopolonez debutó en el campeonato nacional polaco en 1978 y dejó boquiabiertos a todos ganando (mismo habiendo hecho varios trompos). Con Andrzeja Jaroszewicz al volante (hijo del primer ministro…)
El sonido del V6 italiano contrastaba brutalmente con los ladridos roncos de los Lada y Wartburg de la época. No solo sonaba diferente: era veloz.
Fue utilizado en pruebas de circuito cerrado y también en algunas competencias en Hill climb, pero nunca llegó a homologarse oficialmente para rally internacional.
En los eventos nacionales, alcanzaba velocidades de hasta 210 km/h y podía acelerar de 0 a 100 km/h en menos de 6 segundos, cifras más que respetables para un auto nacido tras la Cortina de Hierro.
Sin embargo, su talón de Aquiles era la confiabilidad mecánica. Mantener un V6 Dino en plena forma era una pesadilla logística en la Polonia socialista.
Las piezas eran escasas, y la experiencia con esa arquitectura mecánica era limitada. Aun así, el equipo técnico logró mantenerlo en funcionamiento durante varios años.
¿Qué fue del Stratopolonez?
Con el paso del tiempo y los cambios políticos, el proyecto se disolvió. El Stratopolonez fue almacenado por décadas, hasta que fue restaurado por el Automobilklub Polski.
Hoy se encuentra exhibido como pieza histórica, testimonio de una época en la que el ingenio se imponía a la escasez en el museo de tecnología e industria de Varsovia.
Conserva su rara mezcla de paneles deformados, trompa exagerada y esa posición de manejo adelantada, pero bajo su capó sigue latiendo el corazón italiano que lo convirtió en leyenda.
Una locura necesaria
En tiempos donde la industria automotriz era una extensión del aparato estatal, y donde la creatividad parecía estar amordazada por la escasez, el Stratopolonez fue una exhalación de libertad.
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Un grito mecánico que probó que incluso detrás de la Cortina de Hierro había lugar para la pasión automotriz verdadera. Que se podía soñar, aunque sea con piezas prestadas.
Textos: © Ing. Dario Bakus para TargaSport
Fotos: © Unknown y Stratopolonez.pl
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